lunes, 9 de febrero de 2009

19 años, el balcón de los 20

Muy buenas amigos, parece que era ayer cuando todavía disfrutaba de mi niñez, cuando podía disfrutar de una vida sin demasiadas obligaciones, donde las cosas eran bastante más fáciles que ahora. Pero andando el tiempo, tenía que empezar a estudiar más, tenía deseos de aprender a tocar la guitarra, de aprender idiomas y de jugar a mi queridísimo baloncesto, el cual acabada mi corta carrera deportiva, se hecha mucho de menos.

Más tarde, comienzas una época de separación de los padres, y una mayor influencia de los amigos. Y aquí es cuando se producen los cambios importantes que afectarán en el resto de tu vida. Y ya lo decia el padre del psicoanálisis Sigmund Freud cuando decía que la personalidad de la persona se forma durante la infancia. Comienza la rebeldía, una época difícil, en la que se decide si querrás seguir estudiando, o prefieres disfrutar un poco más de la vida, cuyo resultado puede ser nefasto. Yo tiré por el primero de los caminos, considerando mi responsabilidad el estudiar primero y segundo, el disfrutar de la compañía de mis amigos. He de decir, que nunca he sido una persona de mucho salir, pero tampoco disfrutaba de mucho tiempo libre.

A la temprana edad de los ocho años, conocí el único juego que desarrollé de forma continuada: el baloncesto, que ya me encargaré de rememorar las grandísimas experencias que recuerdo en otro artículo. Y la música tardó poco en llegar. Ahora disfruto de sus resultados, como una grata experiencia en baloncesto, porque la forma física nunca me ha acompañado, y de un buen oído musical y una gran capacidad de lectura.

Poco después hubo otro gran transformación, el cambio por el recogido y familiar colegio, por la diversidad y barullo del instituto. Aquí la mayoría de los alumnos nuevos hacen amistades deprisa, y pasan por otra criba, y es que no todo el mundo resiste a la dificultad añadida de los estudios y la vida social. Yo, aunque llegaron mis primeros suspensos, y una gran dificultad de adaptación, conseguí seguir adelante en mi andadura a través de la vida. Pasaron los años y llegué a un cambio de tercio en todos los aspectos: Cuarto de ESO.

Esto hay que destacarlo, porque aquí conocí a los que fueron amigos durante mucho tiempo, y de los cuales alguno que otro todavía conservo aparte de ser la época en la que empecé a salir. Me enamoré, me desenamoré y me volví a enamorar, era lo típico a la edad de 16 años. Pero el encanto desapareció con las primeras grandes disputas, con las primeras broncas y peleas que dilapidaron unas amistades que yo consideré fundamentales en mi historia. Decidí con quien caminar y no me equivoqué. Y tras 4 años de amistad, seguimos siendo tan amigos como siempre, o tal vez más.

Después de esto llegaron las críticas, por solo tener un par de amigos en condiciones y una mayor segregación social de un principio tan lleno de amistades. Pero eso no me importó, porque una vez más yo decidí con quien ir. Y así llego bachillerato. Una época dura, porque a partir de aquí comenzaban a contar las notas medias para conseguir una meta que me propuse desde muy temprano, sacar matrícula de honor en mi graduación. Y tras 2 años de duro esfuerzo, lo conseguí: con una media de 9.4 en primero de bachillerato y una media de 9.6 en segundo del mismo, consegui mi 9.56 de media, que quedará grabada para la posteridad en títulos diversos.

Tuve mi primera experiencia extranjera en Londres, Inglaterra, donde fui tratado como un inmigrante, donde conocí lo que es el trabajo duro pero también donde me curtí en museos y conocimientos varios de historia de todas las épocas, y donde pude aprender a vivir por mi cuenta, una independencia que ahora es imprescindible. Pero aparte de administrar mi dinero, conocí una nueva cultura, abrí un poco más mi mente y mi tolerancia y en definitiva, aprendí un idioma y costumbres que me agradaron mucho, todo ello acompañado de una ciudad excelente, aunque algo masificada y cosmopolita.

Y, finalmente, las páginas, grosso modo, de mi vida, se actualizan. Hoy estoy donde quiero, en la Facultad de Derecho, estudiando lo que considero mi vocación porque desde siempre he tenido un gran interés por conocer "que es lo bueno y lo malo" que en definitiva, es lo que esta sujeto a las leyes. Y espero poder escribir, con suerte en este mismo blog, dentro de algunos años que la carrera por la que desde tan pequeño luché, la oportunidad que me labré, dé sus frutos y consiga licenciarme para poder descansar de una vida en la que la mayoría de los recuerdos los encuentro entre libro y libro.

Es aquí donde la tinta se acaba, y comienzan los propios actos, donde el pasado se convierte en futuro y donde los hilos de mi destino se pierden en el azar y en la voluntad de mi persona que impasible, aguantará unos años más de estudios si el final es una vida plena, llena de experiencias y, siempre, eligiendo con quien quiero pasarla.

Hoy, es mi cumpleaños número decimonoveno, pero no satisfecho por mi corta vida, espero cumplir al menos, y antes de que pierda la razón, unos 50 más.

Con un más especial cariño este día, Rubén Romero Calzado

3 comentarios:

  1. Muchas felicidades Rubén .... Cumpleaños feliz ... Me das mucha envidia saaaaana. Me gusta mucho como escribes pues lo haces desde un corazón jóven pero con cerebro maduro. Besos de Nuria.

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  2. Ayer se me olvidó y espero que me perdones. ¡Felicidades!. Recuerda, para tus futuras memorias quién te metió en el cuerpo este gusanillo del Blog. Yo también quiero figurar dentro de la historia. jajaja.
    Un abrazo,

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  3. ¡Gracias a los dos! Y bueno, solo decir que pasareís a la historia,y también perdurareís en mi blog! ¡Hasta próximas entradas!

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